El techo del mundo. Tíbet es sinónimo de yaks, desiertos remotos y su fascinante cultura. La meseta tibetana se extiende a 4.500 m de altitud, por lo que este destino requiere de aclimatación previa y buena condición física.
Al viajar por el Tíbet es importante respetar la tradición. La manera correcta de rodear un monumento budista tibetano es hacerlo en el sentido de las agujas del reloj. Así se circunvala en torno a templos, montañas y lagos, muros con piedras grabadas, chörtens (estupas budistas) o cualquier construcción que tenga significado para los creyentes. También los molinillos de oración deben empujarse para que rueden en ese sentido.
En una peregrinación o trek al sagrado Mt. Kailash y algunos lagos como el Manasarovar, el Yamdrok, el Lhamo La o el Nam, uno puede encontrar peregrinos haciendo postraciones completas y ascetas en búsqueda de la iluminación. Sea cual fuere el propósito del viaje, Tíbet abre las puertas de los sentidos invitando a una reflexión sincera sobre la vida misma.